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“Hemos tenido que adoptar una medida transitoria de limitación a la extracción de dinero en efectivo”, anunció Domingo Felipe Cavallo por cadena nacional desde la sala de prensa del Ministerio de Economía, sentado frente al micrófono, con el entrecejo levemente fruncido, los ojos zarcos combinados con el traje color marino, la corbata bordó y la camisa cian, algo volcado hacia adelante sobre la mesa y con las palmas de las manos abiertas, como alguien que va a aplaudir, para ilustrar el plazo que establecía el decreto 1570. “Solo se podrá hacer, durante este período de 90 días, por cifras de 250 pesos semanales”, agregó el calvo ministro de Hacienda ese 2 de diciembre de 2001, admitiendo con la escasa distancia entre las yemas del pulgar y el índice de su mano derecha el monto insignificante que podrían retirar los ahorristas y anunciando, en definitiva, la vigencia del corralito bancario. “Los enemigos de la Argentina son los buitres”, excecró, “los llamados fondos buitre”.
Los días 19 y 20 de diciembre de 2001 sumaron 38 civiles muertos en manos de las fuerzas estatales.
El objetivo técnico de la norma era frenar una fuga incontenible de depósitos. El efecto colateral fue una rebelión popular desaforada que con consignas histéricas como “que se vayan todos” repudió una política que había desembocado en una catástrofe social. A fines de 2001, un tercio de los trabajadores estaba desempleado o subocupado, una fracción algo superior del país había caído en la pobreza y uno de cada diez habitantes se encontraba en la indigencia. Estos dígitos, aunque calamitosos, suponían únicamente la antesala del abismo. La situación tocará fondo en 2002, cuando los índices alcanzarán los máximos históricos: dos de cada cinco asalariados cesantes o semiactivos, tres de cada cinco argentinos sumidos en la pobreza y uno de cada dos de esos pobres en la indigencia.
El presidente Fernando de la Rúa, al firmar el decreto 1570, reconoció tácitamente la bancarrota del Estado que administraba y el fracaso del mandato que había iniciado el 10 de diciembre de 1999, y ejecutó un haraquiri institucional que surtirá efecto tres semanas después, el 19 y el 20 de diciembre. Esos días, los cacerolazos masivos, los saqueos a los supermercados y los 39 muertos que dejó la represión gubernamental en todo el territorio de la República obligarán al mandatario a renunciar y huir de la Casa Rosada en helicóptero.
Hasta el 2 de enero de 2002, el bastón de mando cambiará de dueño cuatro veces, todas hacia miembros del Partido Justicialista, opositor de la Alianza que había llevado al fugitivo al poder. Fue una vorágine desquiciada, de cinco jefes de Estado en 14 días. El 20 de diciembre se hizo cargo del Ejecutivo el adalid de la Cámara de Senadores, Federico Ramón Puerta, que convocó a la Asamblea Legislativa. El 23 juró el gobernador de San Luis, Adolfo Rodríguez Saá, que resistió una semana, hasta el 30. Tomó la posta el titular de Diputados, Eduardo Oscar Camaño, que volvió a llamar a la Asamblea. El 2 de enero asumió el senador Eduardo Alberto Duhalde, exmandamás bonaerense y segundo candidato por cantidad de votos en 1999.
En abril de 2003, tras un año y pico de regencia interina de este, la dimisión de Carlos Saúl Menem a la segunda vuelta electoral le otorgó el triunfo a otro peronista, el hasta entonces patrón santacruceño Néstor Carlos Kirchner, que juró el 25 de mayo. El patagónico se convirtió en el presidente llegado al poder con menor apoyo comicial de la historia argentina, pues obtuvo el 22 por ciento de los sufragios. Su contendiente alcanzó el 24. El riojano, hecho asombroso, había sido primer mandatario entre 1989 y 1999, durante la década enrevesada que un año y pico antes habían denostado quienes clamaron fuera expelido De la Rúa.
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Elvira Torres, Elsa Gómez, Matías Bagnato, Marta Canillas, Silvia Irigaray, Nora Iglesias, Isabel Yaconis y Viviam Perrone, de la ACMdD.
En medio de aquella anarquía, el 29 de diciembre de 2001, ocurrió la abominación en la que Juan de Dios Velaztiqui acribilló a Maximiliano Tasca, Cristian Gómez y Adrián Matassa. “Un custodio mató a tres chicos por festejar”, condensó el diario Página 12. “Tres muchachos de Floresta fueron al maxikiosco en el que paraban siempre”, desarrolla la bajada. “Justo pasaban en televisión la escena en que un policía era apaleado en Plaza de Mayo. Hicieron una broma y el custodio los acribilló”. Esa noche de furia fue determinante para el desplome de Rodríguez Saá.
Para calmar al pueblo, Roberto Giacomino, capo de la Policía Federal, removió la cúpula de la seccional 43, integrada por el comisario Juan Carlos Fernández, y los subjefes Carlos Norberto Sixto y Miguel Ángel García. El tercero es el mismo que estuvo en el escenario la madrugada de la infamia. En ese contexto de rebeldía social, todo parecía posible; por ejemplo, la toma por asalto de la dependencia. Sin embargo, ningún pronóstico violento se cumplió; los 22 reclamos sucesivos que lideraron los deudos fueron concurridos y bulliciosos, pero sosegados.
El movimiento piquetero, que había nacido a principios de la década de 1990 y aglutinado progresivamente la creciente masa de gente sin empleo, era en esa época uno de los mayores grupos de presión de la Argentina. Con el corte de calles y rutas, su método de protesta, llegó a paralizar la ciudad de Buenos Aires e incluso estremecer la endeble administración de Duhalde. El tope de voltaje sobrevino a mediados de 2002, cuando otro Maximiliano, de apellido Kosteki, de 21 años, y Darío Santillán, de 22, fueron fusilados por policías bonaerenses frente a las cámaras fotográficas de la prensa durante una protesta en el Puente Pueyrredón, que une la Capital Federal y el sur del Conurbano. Este nuevo baño de sangre, provocado igualmente por excesos de los batallones gubernamentales contra civiles inocuos, terminó de debilitar la estampa presidencial, todavía malherida tras la abdicación de De la Rúa. Por consiguiente, Duhalde tuvo que privarse de las siguientes elecciones.
Silvia Fredes, Silvia Irigaray, Marta Canillas, Viviam Perrone, Elvira Torres, Isabel Yaconis y Nora Iglesias, de la ACMdD.
Algo más de un mes antes de los comicios que llevarán a Kirchner a la Casa Rosada, en marzo de 2003, el tribunal dictó la perpetua para Velaztiqui, que previo a la lectura del veredicto habló por única vez en el proceso:
“Agradezco la labor del equipo de defensores oficiales por la asistencia que me brindaron; en 33 años de servicio me he considerado un mero auxiliar de la Justicia, como simple agente de la Policía; nunca ha pasado por mi mente la idea de actuar con alevosía contra cualquier ser humano, cualquiera sea su condición; pido perdón a Dios todopoderoso, a mi esposa, a mis hijos, nuera y yernos, a mis nietos, a mis hermanos y a todos mis seres queridos y a la Policía Federal Argentina, a sus hombres y mujeres íntegros, por mi fracaso y desgracia; pido perdón a todo hombre y mujer de mi patria, a quienes haya entristecido por mi desgraciada y fracasada actuación”, sobreactuó al tiempo que lo tapaba el griterío ensordecedor de los parientes de los muertos y varios allegados, enardecidos ante los disparates y el elocuente silencio respecto de Cristian, Maxi y Adrián contenidos en la escueta declaración.
“¡Ni Dios, ni la patria, ni la p…. que te p… te van a perdonar!”, se desahogó Silvia Irigaray, sentada a metros. “Ahora mi hijo va a empezar a descansar en paz”, suspirará después del fallo. “Le pidió perdón a Dios, le pidió perdón a la familia, le pidió perdón a la Policía”, dijo Angélica Matassa; “a nosotros no nos pidió perdón”.
“Sufrió un trastorno mental transitorio, tal vez por la muerte del padre en un intento de robo; había estado casado durante 43 años; su hijo decidió elegir la carrera del padre; tiene seis nietos; con los hechos ocurridos se autodestruyó”, había alegado Mariano Maciel, jurista de oficio de Velaztiqui. “Gracias a el no pudimos tener los seis nietos que posee”, le respondió Elvira Torres, presente junto a los otros deudos. “También destruyó a nuestros hijos”, agregó Omar Tasca, “y a nosotros”.
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Silvia y Elvira compartieron al mes siguiente, en abril de 2003, un multitudinario reclamo por otro rehén de la violencia, esta vez en el barrio porteño de Núñez. Isabel y José Yaconis, los padres de Lucila, una chica de 16 años ultimada durante un intento de violación, encabezaban su primer reclamo de justicia. Las demás futuras pioneras de la Asociación Civil Madres del Dolor también participaron de la marcha.
A fin de año, Elvira, Silvia y otras ulteriores iniciadoras de la entidad presenciaron una nueva excusa pública, ahora de Eduardo Prados, siguiente capo de la Federal, en el Ministerio de Justicia de la Nación. Este descargo, a diferencia del de Velaztiqui, sonó más creíble y sensato, e incluyó a los extintos: “Les pido perdón a ustedes, que son los allegados de las víctimas de la violencia policial; yo los entiendo, porque también soy padre y sé que lo que han sufrido es irreparable”.
Juan de Dios Velaztiqui, con anteojos negros, durante el juicio, 2003.
Alrededor de un año más tarde, el 10 de diciembre de 2004, sucedió el alumbramiento de la ACMdD, con Silvia y Elvira en los papeles de secretaria y protesorera, respectivamente.
—Mi lucha y mi trabajo es lo que me conserva viva, todos los días homenajeo a Maxi haciendo lo que hago —se empeña Silvia—; dentro de mí hay una voz que solo yo interpreto y que es la de mi hijo; él me está pidiendo que siga adelante y que siga con alegría; yo ahora no soy Silvia, soy la mamá de Maxi; antes de la masacre, cuando veía a otras mujeres que perdían a sus hijos, decía: si me pasa a mí, me muero atrás de él; Maxi con su muerte parió a una mamá luchadora; había una Silvia que estaba como oculta y que ni yo misma sabía que existía.
—Cristian es mi primer y último pensamiento —se conmueve Elvira—; el asesinato fue un momento terrible, uno permanece aturdido; durante largo tiempo me quedaba mirando la puerta, esperando que mi hijo entre, que llegue a casa; el dolor de la ausencia es bien grande y cada vez lo siento más, apenas me levanto a la mañana; yo digo que estoy como muerta en vida, para mí se me fue la existencia con mi hijo; sin embargo, el me da fuerzas para seguir —concluye—; es una paradoja horrible, que lleve el nombre de Dios —agrega sobre el homicida.
—En cierta forma, uno siente que ya no pertenece más a este mundo, te morís un poco con tu hijo —se resigna Omar Tasca, un hombre de contextura esbelta, cabeza calva rosada y ojos verdes, en un homenaje para las víctimas realizado en el barrio—; creo que la búsqueda de justicia para Maxi y todos hizo que los familiares volviéramos a vivir.
“Yo pienso que lo tengo afuera paseando, que se fue de vacaciones y todas las noches le digo: hasta mañana, hijo mío, hasta mañana, hijito”, contó el Chato, papá de Cristian; “hace tantos días, tanto tiempo que no te veo, hijo, que tengo unas ganas de verte”.
“Me dieron una cruz de cinco toneladas para arrastrar hasta el día que me muera”, se angustió Enrique Matassa; “así que no lo puedo soportar; no tengo, digamos, consuelo alguno; esta cruz que me dieron no se la deseo al enemigo más grande de la vida”.
“Yo preguntaba antes por qué las personas cuando se les mueren dejan todo tal cual”, sopesó Angélica; “ahora las comprendo; porque estamos esperándolos; es la única forma que tenemos de aguardarlos; los estamos esperando siempre”.
“Vine a dejarle al auto a papá”, la saludó Adrián a horas de la tragedia, en el último diálogo del muchacho con un pariente; “bueno, Vieja, chau”.
—Quedate tranquila, Viejita, a los 30 te prometo que me pongo las pilas —le replicó Cristian a Elvira días antes, tras un sermón maternal—, pero mientras tanto dejame disfrutar la vida.
—Chau, Mami, nos vemos mañana; hay una morocha que me vuelve loco y creo que esta noche se me da —besó por última vez Maxi a Silvia. «Mami, te quiero», decía el papel que ella encontró sobre la mesa, «pero acordate de comprarme bananas».
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Homenajes a las víctimas de la masacre de Floresta en el estadio del Club Atlético All Boys.
El monumento Los Chicos de Floresta – Sucesos 2001 fue instalado al cumplirse tres años del drama, en 2004, en la Plaza de la Victoria, a cuadras de donde estuvo la estación de servicio hasta 2022, cuando el predio fue vendido y tapiado. La talla es una creación conjunta de las escultoras María Claudia Martínez, habitante del barrio, y Verónica García. Incluye cuatro gigantes antropomórficos de hierro y piezas de arcilla, con tres metros y medio de altura. Tres de ellos, de pie, simbolizan a Maxi, Cristian y Adrián —y a cualquier víctima—; el restante, de rodillas y con los brazos extendidos, a las madres dolientes.
Martínez retrató además a Silvia y Elvira en su colección Mujeres de Floresta, presentada en 2016. El conjunto se compone de ocho estatuas de cemento que honran a vecinas insignes. Son imágenes realistas de cuerpo entero y tamaño algo inferior al natural; el fin es montarlas igualmente en el espacio público.
El homenaje inicial fue el de los numerosos grafitis de aerosol negro que el mismo día de la barbarie maquillaron los muros y la vidriera del bar: “Maxi, Gallego, Adrián”, “justicia”, “maldita puta Policía”, “asesinos”. El arte de protesta se expandió luego a los rincones más excéntricos de la zona. “Se pueden cortar las flores, pero no se puede frenar la primavera. Cristian, Maxi y Adrián presentes!”, pregonaba la cortina metálica de un taller mecánico junto a los rostros improvisados de los tres pibes, que se volvieron un emblema barrial. Los murales pictóricos realizados en la Plaza Údine, el Corralón —un espacio cultural— y la Escuela República de Perú son protagonizados, asimismo, por las tres caras.
Monumento Los chicos de Floresta – Sucesos 2001, plaza de Gaona y Gualeguaychú.
Elvira Torres y Silvia Irigaray sostienen un volante de los chicos. Detrás, la figura del monumento que representa a las madres dolientes.
Monolito en homenaje de las víctimas (primer plano) y collage de fotos colocado en la vidriera del bar (segundo plano).
«No te olvides de los pibes fusilados en Floresta», advierte un letrero en el estadio del Club Atlético All Boys; «Cristian, Maxi, Adrián; 29-12-2001».
El primer recuerdo perdurable de la tragedia fue un cuadro tipo collage con decenas de fotos fabricado por familiares y amigos, y puesto en el ventanal del comercio. La esquina está adornada con un monolito coronado por una cúpula de cristal en forma de pirámide. Esta contiene una Virgen de Luján y retratos de los caídos. En el piso hay una placa de hierro y un baldosón cerámico por la memoria; el último es una tradición en casos de violencia institucional.
“Mirando sin querer / sin más culpa que estar”, empieza la canción El oficial, de la banda uruguaya No Te Va Gustar. “No llegaban los tres a 26 / y en el bar / viendo a su país morir”, continúa la letra; “basta, gritó el chacal / y sin clemencia les disparó / uno por uno / y los arrastró / a la calle de los pies”, narra; “el ritmo de las balas / sigue marcando el compás”.
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«La diligencia exigible, sobre todo si se trata de una institución como la Policía Federal, por la índole de las funciones cumplidas por sus integrantes», falló la Justicia en 2010 al ordenar que los parientes de los tres fenecidos fueran indemnizados, «no se agota en la elección de su personal, sino que también le incumbe el estricto control de su desempeño y conducta, aún más si se tiene en cuenta que a sus agentes les hace entrega de un arma».
Silvia participó en 2011, en nombre de la ACMdD, de dos acontecimientos de trascendencia internacional que le permitieron en cierta forma encarnar la misión de su hijo como mediador de paz. Primero fue recibida en la Casa Rosada por la presidenta Cristina Kirchner y su par brasileña Dilma Rouseff junto con representantes de otras entidades civiles; entre estas, las Abuelas y las Madres de Plaza de Mayo. Luego, la mamá de Maxi participó en San José de Costa Rica del Curso Interdisciplinario en Derechos Humanos, Justicia y Seguridad, Derechos de las Víctimas y Función Policial.
Silvia Irigaray saluda al papa Francisco en Roma, 2013; junto a ella está Betty Ledesma, amiga inseparable de la mamá de Maxi.
—Cuando hacen algo calman el dolor; cuando aplaquen su padecer sigan adelante, luchen por lo que les queda, afánense por lo que ha nacido en ustedes —estimuló Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, a Silvia y Elvira en 2002, tras una misa realizada en Floresta. —Qué bien lo que están consiguiendo, qué gran trabajo están llevando a cabo —le dijo a la mamá de Maxi el mismo personaje, ahora convertido en el papa Francisco, en 2013 en la Plaza de San Pedro del Vaticano, mientras su mano izquierda tomaba el prendedor con el escudo de la ACMdD que ella le obsequió. —Quería preguntarle si llegó bien de regreso a Argentina —la saludó el pontífice por teléfono días más tarde. —Puse el broche que me regaló en mi altar personal en Santa Marta [hogar de Bergoglio en Roma].
A pesar de la anticipada repulsa de los allegados de las víctimas del triple crimen, en 2012 Velaztiqui, de 72 años, obtuvo el beneficio de la cárcel domiciliaria, previsto para los condenados que exhiben más de 70 o padecen una enfermedad incurable en período terminal. Inmediatamente, el homicida se mudó a la casa de una hija en el partido bonaerense de Berazategui. Poco después, los lugareños denunciaron que el hombre violaba su encierro.
Afiche repartido en Berazategui, zona del arresto domiciliario de Juan de Dios Velaztiqui.
El 29 de diciembre siguiente, al cumplirse 11 años de la masacre, los familiares de Cristian, Maxi y Adrián lideraron una caravana en el barrio del arresto. Sin detenerse en la vivienda que habita el condenado, el grupo recorrió la zona con banderas y carteles, al ritmo de una ruidosa comparsa, y entregó a los vecinos miles de afiches. Estos, de fondo color carbón, albergan fotos del asesino y los fusilados, con un marco de líneas diagonales rojas en señal de peligro. El texto intercala frases blancas y coloradas. “¡Alerta!; en Berazategui; Velaztiqui; el 29-12-2001 mató a tres jóvenes; ahora tiene arresto domiciliario; denúncielo; si lo ve por la calle llame al 4953-3412, 4953-3482; Asociación Civil Madres del Dolor; memoria para sus víctimas”.
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Un indicio geográfico que ambienta el drama es la proximidad de dos de los centros clandestinos de detención más infernales de la última dictadura. Al sur de donde se situaba la YPF, a nueve cuadras, se encuentra la finca en que funcionó Automotores Orletti, un enclave del Plan Cóndor coordinado por los gobiernos militares de Argentina, Chile, Brasil, Uruguay, Bolivia, Perú, Ecuador y Paraguay. Allí fueron encerradas y torturadas cientos de personas, muchas de las cuales se consideran desaparecidas. Simultáneamente, al suroeste, a quince cuadras de la esquina aciaga, están los galpones de El Olimpo, que ostenta un récord atroz de eficacia criminal: del casi millar de víctimas que habría pasado por allí, solo se conoce la supervivencia de medio centenar.
Adriana Leonor Tasca, prima de Omar, y su pareja Gaspar Onofre Casado desaparecieron en 1977. Ambos tenían 22 años, militaban en la Juventud Peronista y vivían en La Plata. Ella estaba embarazada. El bebé fue entregado ilegalmente por un jerarca de las Fuerzas Armadas a un matrimonio extraño. Sebastián José Casado Tasca, así se llama hoy aquel niño, supo su identidad en 2006 mediante un estudio genético auspiciado por las Abuelas de Plaza de Mayo. Por su parte, María Segunda Casado, una hermana de Gaspar, y su marido Pedro Arturo Frías se esfumaron en 1978. Sumaban 24 y 30 años, pertenecían asimismo a la Juventud Peronista y residían en la ciudad de Azul. Ella se encontraba igualmente encinta. El bebé es un desaparecido más.
Un dato peculiar suplementario de la masacre de Floresta, también de naturaleza territorial, es el hecho de que los pibes vivían muy cerca del escenario. Maxi a algo más de cuatro cuadras, Cristian a cien metros y Adrián casi enfrente. Los familiares coinciden en que parece imposible que esos jóvenes de clase media, hijos de trabajadores y comerciantes, se expusieran ante el vecindario provocando de manera abierta a un policía. En contraparte, puede ser que el reo, que era prácticamente un recién llegado para el área, ignorara que sus blancos habían crecido transitando la vereda en la que arrojó brutalmente dos de sus cadáveres. De saberlo, quizás se hubiera abstenido de dispararles.
—Aunque nunca se habían dirigido la palabra mutuamente, el canalla conocía muy bien a los muchachos —contesta Sandra Bravo—, que eran clientes recontra habituales y jamás buscaron problemas, para nada.
—La teoría de la hipoglucemia —elucida Diana Gagliano sobre otra virtual coartada de Velaztiqui, fallecido de forma natural en 2020— que el tenía diabetes y, bueno, por ese motivo había tenido un desfasaje y se produce el cortocircuito, fue totalmente desterrada con las declaraciones de Sandra, el famoso helado y la Coca Cola que el tomó minutos antes de fusilar a los chicos; con lo cual queda claro que no tenía ningún ataque —razona. “El presunto episodio [de hipoglucemia] no tuvo la jerarquía suficiente para provocar un grave trastorno de la conciencia”, consideró Juan Carlos Romi, perito psiquiatra, “habida cuenta que no perdió el conocimiento ni tuvo conductas de inacción, como sería de esperar; por lo contrario, realizó en el momento del hecho que se le imputa conductas explícitas o manifiestas donde la coordinación psicomotora fue evidente”.
“Está dentro de la normalidad psíquica y neurólogica; no se detectan secuelas traumáticas en referencia al fallecimiento de su padre; nunca recibió tratamiento psiquiátrico ni psicológico antes de cometer el crimen y jamás fue internado por problemas mentales”, diagnosticó Marta Castelli Perkins, psicóloga. “Los monstruos existen, pero son demasiado pocos para ser realmente peligrosos; más peligrosos son los hombres comunes”, recitó Alberto Vicente Donner hijo, neurólogo, recobrando palabras de Primo Levi, el químico italiano sobreviviente del Holocausto; “Velaztiqui sí pudo comprender la criminalidad del acto y sí pudo dirigir sus acciones; sus facultades mentales se encuadran dentro de la normalidad jurídica”.
Fuentes
La escena de Cavallo (Cadena Nacional, 2/12/2001) fue observada en el archivo de Canal 9. La panorámica de pobreza y desempleo en 2001 y 2002 se halla en el libro de Di Matteo (pp. 85-98) y el estudio de Palomino (cap. 1). La cronología desde la salida de De la Rúa en 2001 hasta la asunción de Kirchner en 2003 puede verse en Di Matteo (pp. 115-129) y Pandolfo (pp. 159-187).
Hasta entonces, el mandatario nacional con menos votos era Arturo Umberto Illia, que justo 40 años antes, en 1963, había llegado al poder con el 25 por ciento (Potash, Robert…, pp. 91-101). Los libros de Ruiz (p. 176), Schuster/Pereyra (p. 46) y Kohan (p. 97) ilustran igualmente el marco.
En los diarios aparecen la remoción de la cúpula de la 43 (“Relevan a…”, Clarín), la presencia de García la noche del horror (“Intento de…”, Clarín: “el subcomisario Miguel Ángel García […] fue el primer policía que llegó al lugar”) y la de Sixto en la represión posterior (Abiad, Pablo…, Clarín: “el subcomisario Carlos Norberto Sixto trató de convencer a los manifestantes de que Velaztiqui ya no estaba ahí”).
En las noticias están también la seudodisculpa de Velaztiqui, (“‘Pido perdón…’“. El Día), la respuesta instantánea de Silvia (ídem), el alegato de Maciel (“Piden que…”. La Nación), y las contestaciones respectivas de Elvira y Omar (ídem). Los testimonios del Chato y los Matassa fueron tomados del documental de Ceballos. El aniquilamiento de Kosteki y Santillán es desarrollado con exhaustividad en el libro de Hendler/Rey/Pacheco. La prensa plasma el reclamo por Lucila Yaconis (“La caminata…”. La Nación) y la alocución de Prados (“El jefe…”. La Nación).
La escultura Los chicos de Floresta fue aprobada mediante norma porteña (ley 1.440/2004). El monolito fue declarado patrimonio cultural del barrio (ley 28.075/2013) por iniciativa de María Karina Spalla, legisladora y vecina de Floresta. Andrea Conde, asimismo parlamentaria, impulsa instalar la colección Mujeres de Floresta en la cercana Plaza Monte Castro. El espíritu de la obra es explicado en el libro homónimo de María Claudia Martínez.
La canción El oficial, obra de Mateo Moreno, fue publicada en 2006 dentro del disco Todo es tan inflamable. La indemnización para los familiares fue confirmada en 2012 por la Corte Suprema de la Nación (“El Estado…”, Diario Popular). El periodismo registró igualmente las visitas de Silvia a la Casa Rosada —con Cristina Kirchner y Dilma Rouseff— (“Los derechos…”, La Nación) y Costa Rica (“‘Todos tenemos…”, Mundofloresta.com). Los dichos de Bergoglio como arzobispo y luego como Papa fueron recordados por Silvia. El contacto fue facilitado por el sacerdote Julio Mendiguren, titular de la Parroquia Parroquia Nuestra Señora de la Candelaria, de Floresta.
La prisión domiciliaria para el convicto y la caravana en el barrio del confinamiento están también en las noticias (“Le concedieron…”, Télam). Elvira y Silvia conservan ejemplares del póster distribuido en Berazategui.
La mamá de Maxi es redactora asidua de cartas para la prensa. La primera salió después de la condena del asesino (“No esperen…”, Página 12). Las posteriores se han difundido en su mayoría en el sitio de la ACMdD (por ejemplo: “Cuando el…”, 6/12/2010; “Tomás con…”, 10/12/2012; “Maxi, murguero…”, 12/2/2013; “Hijo, no…”, 2/8/2013; “Maxi ¿Cómo…?, 4/8/2018; “Del dolor…”, 30/5/2019; “Reivindicar pacíficamente…”, 3/6/2020), Clarín (“¿Má, qué…”, 5/1/2014; “Querido Maxi…”, 4/8/2014; “Una respuesta…”, 17/12/2017; “Al donar…”, 2/6/2018; “Tenía 25…”, 7/8/2020; «‘Maxi donó…'», 30/5/2021) y Mendoza On Line («¡Yo no…», 23/2/2023; «Masacre de…», 6/12/2023).
La síntesis sobre El Olimpo, Automotores Orletti y las víctimas de la dictadura vinculadas a la familia Tasca se completó con internet (Abuelas.org.ar, Argentina.gob.ar, Desaparecidos.org). Algunas fuentes mencionan a las últimas dentro de Montoneros, la organización guerrillera. Las citas de Romi, Castelli Perkins y Donner figuran en la causa y además en los periódicos (Rodríguez, Carlos. “Hoy es…”, Página 12). La aserción de Primo Levi se encuentra en Si esto es un hombre, testimonio de su cautiverio en Auschwitz.
Bibliografía
Libros
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De Vecchi, Cecilia. En tu nombre. Dunken, Buenos Aires, 2015.
Di Matteo, Lucio. El Corralito. Así se gestó la mayor estafa de la historia argentina. Sudamericana, Buenos Aires, 2011.
Hendler, Ariel; Rey, Juan; y Pacheco, Mariano. Darío Santillán. El militante que puso el cuerpo. Planeta, Buenos Aires, 2012.
Irigaray, Silvia. Huellas. Después de la muerte de un hijo. Planeta, Buenos Aires, 2017.
Kohan, Aníbal. A las calles! Una historia de los movimientos piqueteros y cacerolazos de los 90 al 2002. Colihue, Buenos Aires, 2003.
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Martínez, María Claudia. Mujeres de Floresta. Esculturas de esta época. Diente de León, Buenos Aires, 2021.
Pandolfo, Gabriel. Néstor. El presidente militante. Aguilar, Buenos Aires, 2011.
Potash, Robert. El Ejército y la política en la Argentina – Tomo tres (1962-1973). Sudamericana, Buenos Aires, 1994.
Ruiz, Miguel Ángel. Utopías cotidianas. Dunken, Buenos Aires, 2005.
Schuster, Federico; y Pereyra, Sebastián. La protesta social en la Argentina democrática. En Giancarra, N, y Bidaseca, K (Eds.). La protesta social en la Argentina. Alianza, Buenos Aires, 2001.
Academia
Denissen, Marieke. Winning small battles, losing the war. Police violence, the Movimientodel Dolor and democracy in postauthoritarian Argentina. PhD thesis in Social Sciences. Utrecht University, The Nederlands, 2008.
Irigaray, Silvia. El triple crimen de Floresta. XXIX Curso Interdisciplinario en Derechos Humanos: Justicia y Seguridad, Derechos de las Víctimas y Función Policial. Instituto Interamericano de Derechos Humanos, San José de Costa Rica, 2011.
Palomino, Héctor. Pobreza y desempleo en la Argentina. Problemática de una nueva configuración social. Centro de Estudios de la Situación y Perspectivas de la Argentina. Facultad de Ciencias Económicas, Universidad de Buenos Aires, 12/2003.
Rebollar, Alicia Irene. Mucho más que dolor y lazos de sangre. El activismo de las víctimas en la Asociación Madres del Dolor (tesis de licenciatura en Antropología Social, Universidad Nacional de San Martín). Dunken, Buenos Aires, 2019.
Documentos
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“‘Intento de asalto. Gaona y Bahía Blanca. Maté a tres’”. Clarín, Buenos Aires, 26/2/2003.
Irigaray, Silvia. “Al donar los órganos de Maxi sentí que mi hijo se convertía en héroe”. Clarín, Buenos Aires, 2/6/2018.
——————. “Cuando el Diablo se disfrazó de Dios”. Madresdeldolor.org.ar, Buenos Aires, 6/12/2010.
——————. “Del dolor al amor”. Madresdeldolor.org.ar, Buenos Aires, 30/5/2019.
——————.“Hijo, no te dejaron cumplir años”. Madresdeldolor.org.ar, Buenos Aires, 2/8/2013.
——————. «Masacre de Floresta: ‘No hay ausencia de amor'». Mdzol.com, Buenos Aires, 6/12/2023.
——————. “¿Má, qué les pedirás a los Reyes?” Clarín, Buenos Aires, 5/1/2014.
——————. “Maxi ¿Cómo te va hijo?”. Madresdeldolor.org.ar, Buenos Aires, 4/8/2018.
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——————. “Tomás con sus ocho años aprende a luchar con alegría”. Madresdeldolor.org.ar, Buenos Aires, 10/12/2012.
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——————. «¡Yo no ejercito el silencio!» Mdzol.com, Buenos Aires, 23/2/2023.
“La caminata solidaria, organizada por la Red Solidaria”. La Nación, Buenos Aires, 24/4/2003.
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Piotto, Alba. “Ahora no tengo miedo, tengo bronca porque los mato por nada”. Clarín, Buenos Aires, 20/2/2002.
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——————. “Hoy es el juicio por los chicos de Floresta”. Página 12, Buenos Aires, 24/2/2003.
——————. “Ni Dios amansó al sargento”. Página 12, Buenos Aires, 6/1/2002.
——————. “¿Por qué me mataste a los chicos?”. Página 12, Buenos Aires, 25/2/2003.
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“‘Todos tenemos un Derecho muy importante y es el derecho a la Felicidad’“. Mundofloresta.com, Buenos Aires, 28/8/2011.
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Castro, Nahuel Nicolás. Por los que mataron el otro día. Tecnicatura en Artes Audiovisuales. Universidad Nacional de la Matanza / Alhorre Productora, 2023.
Ceballos, Diego. Fusilados en Floresta. Ancho Camino Films, Buenos Aires, 2006.
No Te Va Gustar. El oficial. En el disco Todo es tan inflamable. Bizarro Records, Montevideo, 2006.
Internet
Abuelas.org.ar
Argentina.gob.ar
Desaparecidos.org
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Twitter.com/Madresdeldolor
Wikipedia.org/Masacre de Floresta