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Al salir de Soma, después de un suave ascenso desde el valle, un nuevo y hermoso paraje se abrió ante mí; no tan desafiante, pero más extenso y rodeado por una cadena montañosa. Vi las llanuras de Pérgamo regadas por el Caico y sus afluentes; cruzamos uno o más bien su nacimiento; surgía al costado del camino con tanta fuerza que en 50 metros empujaba un molino, y tenía 30 centímetros de profundidad y tres metros de ancho; dicen que el agua es tibia, pero no me detuve a sacar mi termómetro.
Las aves aquí son muy atrevidas o muy mansas y solo se mueven cuando estás junto a ellas. Tres grandes águilas se sentaron al borde del camino y no se levantaron hasta que estuvimos tan próximos que casi podíamos sentir el zarandeo de sus inmensas alas; el ruido era impresionante, pero nuestros caballos no se intimidaron; nunca antes había estado tan cerca de esa especie en libertad y era en una llanura abierta; las montañas rocosas nos mostraban los lados escarpados en los cuales estos pájaros pronto encontraron sus hogares. Tuvimos un viaje encantador de siete horas y media, aproximadamente 50 kilómetros, a través de una zona tan pantanosa por las fuertes lluvias de ayer que nos vimos obligados a viajar lentamente. El camino variaba poco en interés hasta 13 kilómetros de la antigua Pérgamo, ahora Bergama; ni siquiera en el cementerio vimos rastros de lo que mi criado llama piedras viejas, pero al detenerme para que bebieran los caballos, observé que el receptáculo era la tapa invertida de un sarcófago; y un poco más adelante desempaqué y me quedé una hora para copiar unas largas inscripciones griegas esculpidas de lado en una fuente.
El arqueólogo inglés Charles Fellows acababa de hacer un hallazgo tan fortuito como extraordinario. La cita aparece en el diario de su viaje por Asia Menor, actual República de Turquía, con fecha 24 de febrero de 1838. El científico tenía ante sus ojos reliquias del siglo tres antes de Cristo. Hacía tal vez más de diez centurias que aquellas piezas de mármol yacían como un vulgar accidente del terreno y algo más de dos milenios que la mano del escultor las había confeccionado a golpes de martillo y cincel. Los caracteres impresos en la fuente reproducían las llamadas leyes de Gambrio, nombre de una extinta urbe griega de la región. Se trata de un conjunto de edictos que, curiosamente, contienen disposiciones relativas al comportamiento de las mujeres en los funerales.
La traducción que ofrece el explorador británico rescata las siguientes aserciones: que “las ciudadanas en duelo deben usar ropa gris limpia”; que “los hombres deben terminar el luto en el cuarto mes y las damas en el quinto”; y que “el ginecónomo elegido por el pueblo” —magistrado o funcionario responsable de los asuntos femeninos, una especie de ministro de la mujer— durante ciertas celebraciones religiosas “debe rezar por la prosperidad” de las obedientes de las normas “e imprecar lo contrario” para aquellas consideradas insumisas.
Estas pautas misteriosas, extraídas por un observador extranjero de monumentos localizados por azar entre las ruinas de una civilización inmemorial, podrían limitarse a una rareza con un valor meramente anecdótico. Sin embargo, helenistas como la francesa Nicole Loraux y la española Inés Calero Secall creen que conforman una pista vigorosa de un hecho relevante. Que para la sociedad griega antigua fue crítico poner cota a los desahogos femeninos en los homenajes a los muertos. En el tuétano del escollo se encontraría, por ejemplo, la multitud de madres de caídos en combate, aquellos soldados cuyas vidas eran despilfarradas sin piedad en las frecuentes campañas militares emprendidas por la metrópoli para defender, consolidar o expandir sus dominios.
Proyectando tales premisas, hay quienes, como la argentina Norma Morandini, arriesgan incluso una conjetura universal: las expresiones ostensibles de las ciudadanas que lloran a sus hijos fallecidos en manos de la violencia son siempre un problema político.
Dentro de la Hélade abundan las referencias paralelas a las leyes de Gambrio que respaldan estas hipótesis. Platón en su República aborrece que los “hombres de bien” imiten a “mujeres” que, entre “acciones innobles” diversas, “se entregan a llantos y lamentaciones”. El poeta Arquíloco menciona el siguiente reclamo hecho a los ciudadanos: “Resistan, rechazando el luto, que es de mujeres”. El historiador Tucídides, en uno de sus esbozos de la Guerra del Peloponeso, supone a las allegadas femeninas excluidas del cortejo fúnebre por las calles de Atenas y presentes solo después, en el cementerio. Demóstenes, egregio estadista del que se conservan numerosos discursos, evoca que en las exequias los hombres debían marchar delante y las mujeres detrás; también que junto a las parientas más próximas podían ir únicamente señoras de más de sesenta años, como si las de menos edad supusieran algún inconveniente, ¿tal vez la posibilidad de ser madres de chavales jóvenes, o sea en edad de enrolarse?
Plutarco, otra voz notoria, agrega un detalle sobre el aspecto de las afligidas: que tenían prohibido lastimarse en el transcurso de los sepelios, porque solían usar esa artimaña para exteriorizar su angustia. El biógrafo y ensayista destaca el rigor de los estatutos funerarios que regían en Esparta —ciudad rival de Atenas—, donde el duelo duraba solo doce días y solía prohibirse la exposición del cadáver. Jenofonte, también ilustre cronista, narra que en ocasiones las mujeres espartanas ni siquiera podían enlutarse. La normativa de Ceos, otra población griega, imponía trasladar el cuerpo en silencio; que la procesión fuera acompañada solo por las mujeres más cercanas en términos de parentesco; que a estas podían unirse otras cinco como máximo; y que todas debían abandonar la tumba antes que los hombres.
Roma continuará siglos más tarde la tradición legislativa en la materia. Tácito, eximio historiador latino, se refiere explícitamente a las madres. A lo mejor por eso su alusión es singularmente aterradora. Comenta que, en períodos de guerra civil, las lágrimas de las progenitoras de los abatidos podían ser consideradas un acto de conspiración digno de la pena de muerte.
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El teatro habrá desempeñado en esta atmósfera una labor reparadora. Dispensar a las dolientes, a través de relatos ficcionales, el crédito que con frecuencia les era negado en la esfera pública. Una muestra es Las suplicantes, tragedia compuesta por Eurípides. La acción presenta un grupo de damas que reclama el derecho de enterrar a sus hijos fallecidos en el campo de batalla. Los cadáveres habían quedado en poder del enemigo como consecuencia del conflicto armado entre dos ciudades. Apelando a leyes comunes, según las cuales todo griego tenía derecho a honrar a los muertos, ellas finalmente logran su empeño.
“El dolor por los vástagos perdidos engendra en la mujer una pena que arrastra al llanto ¡Ay, Ay! ¡Muerta, de una vez olvidaría esos dolores!”, exclaman en coro las damnificadas. “Ten compasión de esta que exhala por sus retoños un canto lúgubre, penoso, penoso, de esta suplicante, de esta mendiga”, dicen a alguien que puede abogar por ellas. “¡Qué excesivo es el peso de mi pena!”, continúa la queja. “¡Hijo, infeliz te crié, te llevé en mi vientre soportando mi parto entre dolores! Y ahora Hades se lleva el fruto de mis trabajos —¡desgraciada!— y no tengo quién alimente mi vejez, yo, que parí un varón”, insiste el coro femenino. “Ni entre los muertos ni entre los vivos me cuento; de unos y otros me aleja un singular destino”, añade. “¡Ellas debían haber sido enterradas por las manos de sus descendientes”, deplora un testigo, “alcanzando un funeral a su tiempo!”.
Las suplicantes (de Eurípides). Teatro Nacional de Grecia. Dirigida por Stathis Livathinos (N-t.gr).
Antígona, la invención de Sófocles, es una peripecia conectada. El nombre de la doncella que da título a la obra significa la que ocupa el lugar de los padres, algo así como la madre sustituta. Es un detalle elocuente, pues ella y sus hermanos son huérfanos. Durante la trama, la muchacha transgrede osadamente una prohibición del Gobierno y da sepultura a Polínices, congénere muerto en un enfrentamiento de sucesión.
“¿Sabías que estaba decretado no hacer esto?”, interroga el rey a la valiente. “Sí, lo sabía ¿Cómo no iba a saberlo? Todo el mundo lo sabe”, confiesa ella. “Y así y todo ¿Te atreviste a pasar por encima de la ley?”, replica el tirano. “No era Zeus quien me la había promulgado, ni Diké, compañera de los dioses subterráneos, perfiló nunca entre los hombres leyes de este tipo. Y no creía yo que tus decretos tuvieran tanta fuerza como para permitir que solo un hombre pueda saltar por encima de las leyes no escritas, inmutables, de los dioses: su vigencia no es de hoy ni de ayer, sino de siempre”, se defiende la chica. “¿Cómo podría alcanzar mayor gloria que enterrando a mi hermano?”, desafía. “No nací para compartir el odio, sino el amor”, se estremece. “¿No se dan cuenta de que, si la dejan hablar, nunca cesaría en sus lamentaciones y sus quejas?”, fustiga el monarca. “Cede, pues, no te ensañes con quien tuvo ya su fin”, reprocha otro personaje al último, “¿qué clase de proeza es rematar a un muerto?”.
Antígona frente a Polínices muerto. Nikiforos Lytras. Galería Nacional de Grecia.
De la misma época es la comedia Lisístrata, de Aristófanes, que ofrece una controversia sobre la guerra. En este caso, el apelativo de la figura central se traduce literalmente como la disuelve ejércitos, que equivaldría a decir la pacifista. Ella es una esposa y madre ateniense que, harta de la condición de su marido, un militar que está en el frente, se une a otras y mediante una huelga sexual obliga al Estado a detener la contienda.
“Si se nos agregasen todas las mujeres del Peloponeso y la Beocia, quizás aunando nuestros esfuerzos pudiéramos salvar Grecia entera”, maquina la rebelde. “Así conseguiremos que termine la guerra; que ninguno de los hombres levante su lanza contra los otros…”, se ilusiona. “¿No les duele que los padres de sus criaturas se hallen siempre lejos de ustedes, en el ejército?”, azuza a las demás. “Permanezcamos en casa, bien pintadas y sin más vestidos que una transparente túnica de amorgos, y los hombres rondarán en torno de nosotras ardiendo en amorosos deseos. Si entonces nos negamos a aceptar su ofrenda, exigiéndoles que pacten antes la paz, estoy segura de que la harán en seguida”, infiere. “Cansadas ya de oír a unos preguntar a gritos en las calles: ¿no hay un hombre en este país?, y a otros responder: no, ni uno”, proclama ante interlocutores masculinos, “las mujeres hemos tomado el partido de reunirnos y salvar Grecia entre todas”.
Lisístrata (de Aristófanes). Teatro Cuatro Elementos, Buenos Aires. Dirigida por Pablo Marchini (Facebook.com/Lisistrata).
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En innumerables latitudes del presente hay corajudas unidas en nombre de sus pichones víctima de descalabros de toda índole. Hasta existe un Movimiento Mundial de Madres con sedes en las ciudades de París y Nueva York, y estatus consultivo general en las Naciones Unidas, el rango más alto que puede adquirir una iniciativa del tercer sector. Es una idea gestada en 1947, que se declara apartidaria y aconfesional, y que congrega medio centenar de socios de varios continentes. El primer ítem de su lista de objetivos es, significativamente, “apoyar la acción de las madres por la paz y la seguridad humana”.
En Liberia, África, el Movimiento Mujeres por la Paz convocó en 2003 a una huelga sexual que hizo realidad, en cierto sentido, la fábula de Lisístrata. Mediante esta y otras estrategias, la empresa frenó una pugna interna que había provocado más de 150 mil muertos e impulsó la realización de elecciones democráticas. En 2011, Leymah Gbowee, líder del grupo y madre de seis niños, y Ellen Johnson-Sirleaf, presidenta del país y progenitora de cuatro, recibieron el Nobel de la Paz. Compartieron el lauro con una representante de la Primavera Árabe, la yemení Tawakul Karman, fundadora del proyecto Mujeres sin Cadenas y ascendente de tres.
La yemení Tawakul Karman con las liberianas Leymah Gbowee y Ellen Johnson-Sirleaf durante la recepción del Premio Nobel de la Paz.
Los designios parecidos de diferentes sitios del planeta son superabundantes. Algunos se presentan usando como rúbrica la condición de progenitoras de sus miembros. Entre tantas: las Madres de Beslán, Rusia; las Madres de Daguestán por los Derechos Humanos, del país homónimo; las Madres de Srebenica, Bosnia; las Madres de Argelia; las Madres de los Sábados, de Turquía; las Madres del Parque Laleh, de Irán; las Madres de Khavarán, ídem; las Madres de Afganistán; las Madres de Cachemira, India; las Madres de Tiananmen, China; las Madres Angustiadas, de Guatemala; las Madres de la Candelaria, de Colombia; las Madres de la Soacha, ídem; las Madres de Desaparecidos, de México; las Madres de Ayotzinapa, también mexicanas; las Madres que demandan Acción para tomar Conciencia sobre las Armas, de Estados Unidos; las Madres contra los Alcoholizados al Volante, del mismo país.
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Hitos equiparables de la Argentina han ganado en simultáneo un intrépido protagonismo. Las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo son conocidas en todo el orbe por su reclamo a favor de las víctimas del terrorismo de Estado. Las segundas han sido nominadas repetidamente al Nobel de la Paz. En el país hay además otras iniciativas, de perfiles diversos. En todas es capital la participación de las ciudadanas que piden por sus retoños, lo expliciten o no en sus denominaciones institucionales: Madres y Familiares de Víctimas (Mafavi); Asociación de Víctimas de la Impunidad sin Esclarecer (Avise); Comisión de Familiares de Víctimas Indefensas de la Violencia Social, Policial, Judicial e Institucional (Cofavi); Madres de La Matanza contra la Impunidad; Asociación Miguel Bru; Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS); Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi); Asociación Civil Martín Castellucci; Usina de Justicia.
Una rama se enfoca en el flagelo de los estupefacientes: Madres contra el Paco; Madres por la Vida; Red de Madres y Familiares de Víctimas de las Drogas; Madres Territoriales contra las Adicciones. Ciertos empeños se especializan en la trata de personas y los crímenes sexuales: Fundación Cintia Fernández; Fundación María de los Ángeles; Infancia Robada; La Alameda; Ayuda a Víctimas de Violación (Avivi). Varios se orientan hacia la mala praxis médica, que constituye el trauma provocado más letal en todo el mundo: Asociación por la Vida y la Salud, Comisión de Acompañamiento a Familiares y Víctimas (Cafavi), Familiares y Víctimas de Mala Praxis Argentina (Favimpa). Otra calamidad devastadora es la violencia vial, solo superada por el dilema anterior en el campo de las acciones humanas: Fundación Estrellas Amarillas; Conduciendo a Conciencia; Asociación Civil Trabajar contra la Inseguridad Vial y la Violencia con Acciones Sustentables (Activvas); Red Nacional Familiares de Víctimas de Tránsito; Malditas Picadas. Diversas organizaciones se concentran en alguna catástrofe particular, como ocurrió con la tragedia del boliche República de Cromañón (2004): Movimiento Cromañón; Asociación de Padres de Hijos Asesinados en Cromañón; Que No Se Repita; Memoria y Justicia por Nuestros Pibes; Familias por la Vida. Algo similar provocó el desastre ferroviario de la estación de Once (2012): un núcleo creó Familiares y Amigos de Victimas y Heridos de la Tragedia de Once.
Madres de Plaza de Mayo (Madres.org).
Abuelas de Plaza de Mayo (Abuelas.org).
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El movimiento de las Madres del Dolor es una presencia adicional axiomática en este universo dentro de la Argentina. Una de sus características es que el apelativo ha sido replicado de forma espontánea y profusa. Pueden encontrarse proyectos de mujeres identificadas con esa etiqueta en múltiples lugares. Para empezar, en la Capital Federal y su periferia —médula vital de la corriente—, y también varias provincias: Santiago del Estero —donde surgió el nombre con esta acepción, a fines de la década de 1990—, Santa Fe, Entre Ríos, Salta, Tucumán, La Rioja, San Luis y Chubut, sin excluir otras localizaciones posibles. Un exponente foráneo es el de las Madres del Dolor inglesas —Mothers in Pain—, que trabajan desde 2005 en Birmingham. Aunque carecen de vínculo directo con sus tocayas rioplatenses, utilizan un título análogo y se ajustan a los rasgos esenciales que definen la especie. Son ciudadanas comunes que reclaman exclusivamente con métodos pacíficos por su prole rehén de distintas versiones de la barbarie.
Madres del Dolor de Santiago del Estero (La Verdad, 20/10/2000).
«¿Persistirán? ¿Se convertirán a fuerza de hacerse ver allí en las nuevas Madres de Plaza de Mayo?”, ha preguntado Santiago Kovadloff en referencia a las Madres del Dolor. El erudito lanzó el interrogante después de una nutrida protesta ciudadana. “¿Realizarán con indeclinable constancia su reclamo ante la Casa Rosada exigiendo justicia?”, insiste. “No les toca desafiar una dictadura, sino una escalofriante subestimación de la inseguridad por parte del Gobierno. Son, también, madres de desaparecidos. No los secuestró ni los exterminó el Estado totalitario, pero los sepultó en la intrascendencia un Gobierno que se niega a reconocer la envergadura del crimen que les arrebató la vida.»
«La denuncia formulada por estas nuevas Madres no deja lugar a dudas. El Estado tolera la violencia y el crimen de sus hijos en la medida en que no combate a sus asesinos con resolución. Las madres de ayer exigían el retorno al Estado de derecho. Las de hoy reclaman su plena vigencia. Se rebelan contra una parcialidad que, al perpetuarse, hunde la democracia en un simulacro. Se resisten esas madres a admitir que el Poder Ejecutivo no respalde su reclamo con la contundencia que cabe. Dramática contigüidad entre aquellas madres de los años 70 del siglo pasado y estas de los años iniciales del siglo diecinueve. Unas y otras manifestaron, en dos etapas distintas de nuestra historia, la misma necesidad de verse amparadas por la ley. Unas exigieron la abolición del terrorismo de Estado. Las otras, el fin de la irresponsabilidad y el sectarismo del Estado.»
«Para hacer justicia es preciso empezar por admitir de qué hablan, con su extinción, esos vástagos que aniquiló el delito. Es preciso reaccionar con responsabilidad reflexiva ante lo que esas vidas tronchadas nos dicen. El castigo de los culpables no tendrá lugar si el Gobierno no procede con verdad ante lo que pasa; si no ve en lo que hace con lo que pasa un recorte arbitrario de los derechos humanos. Una evidencia de la liviandad con que los concibe cuando la reivindicación de esos derechos no coincide con sus intereses.»
«La aplastante cifra de jóvenes acerca de cuyo exterminio nos anoticia, hora tras hora, el periodismo, forma parte de esas generaciones inmoladas, simultánea o sucesivamente, por el Proceso, la guerrilla, la Guerra de las Malvinas y el delito sin inscripción ideológica. Si se sumaran alguna vez las víctimas que por obra de la violencia armada perdieron la vida en la Argentina en los últimos cuarenta años, se ascendería a un número aterrador. A la hora de ponderar la decadencia argentina deberá tomarse en cuenta esta pavorosa propensión a lo tanático.»
«Voces y carteles reclamaban que la ley pusiera fin a la impunidad de los que matan en las calles, de los que violan en las calles, de los que roban en las calles», alerta Kovadloff. El caso en debate era el de Diego Rodríguez, modelo publicitario de 27 años fusilado por ladrones en la Capital Federal. «Voces y carteles exigían que la seguridad fuera devuelta a la gente. El Gobierno, sin embargo, no parece darse por enterado. Al desestimar la trágica magnitud de lo que sucede, inscribe lo que ocurre en el escenario de lo irreal. Desdeña el alcance comunitario del dolor y, por extensión, el de la criminalidad.»
Matías Bagnato, Marta Canillas, Isabel Yaconis, Elvira Torres, Silvia Irigaray, Silvia Fredes y Viviam Perrone, de la Asociación Civil Madres del Dolor.
“El nacimiento de la agrupación Madres del Dolor es el reflejo de la desorganización del sistema político y jurídico que existe en nuestro país”, ha diagnosticado Félix Vicente Lonigro, constitucionalista de la Universidad de Buenos Aires. “Es decir: es una falla del funcionamiento del Estado, provocada, claro está, por quienes tienen la responsabilidad de gobernar. Es que si esas madres se hubieran unido tan sólo para compartir su dolor y crear un mecanismo de ayuda mutua para sobrellevarlo, esta nota no tendría sentido; lo tiene porque se trata de madres que están buscando, lógicamente y a los gritos, que las instituciones funcionen tal como lo pensó el constituyente de 1853”.
“El dolor de una madre cuyo hijo fue víctima de un delito es inmenso; pero crece desmedidamente cuando se le suman la impotencia, la bronca y la desesperanza que genera un sistema político y jurídico que admite la impunidad. En este caso, al dolor propio de una madre, que es un dolor concreto y específico, se le suma el dolor institucional, que ya no se circunscribe sólo a ella, sino que, como si fuera una plaga, invade a toda una sociedad cuyos integrantes se sienten, a cada instante, víctimas en potencia”.
«En un país en el que esa organización funciona adecuadamente, la sociedad tenga la tranquilidad de que los gobernantes ejercen el poder que ella les ha conferido para prevenir la comisión de delitos, de que existen leyes claras que desalientan las conductas delictivas y de que cuentan con jueces imparciales e independientes que aplican esas normas con celeridad.»
«En cambio, cuando la organización política y jurídica es defectuosa, se genera desorden, hay inseguridad, escasea la justicia y prevalece la incertidumbre. Es natural que, ante semejante cuadro, la población busque, como mecanismo de defensa, presionar a las autoridades para que hagan aquello para lo cual se las ha elegido, es decir, para que cumplan con el objetivo de todo Estado, entre ellos, impartir justicia.»
«Sin duda, la existencia del delito es propia de la naturaleza humana; en cualquier sociedad, por civilizada que sea, existe y es imposible erradicarlo en forma absoluta», acepta Lonigro. «Se trata de una falla social que las mejores políticas de prevención no pueden evitar. Pero, entonces, es atribución y obligación de las autoridades reparar el dolor de los padres que han perdido a sus hijos en hechos de esta naturaleza, facilitándoles el acceso a la justicia.»
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Elvira Torres, Elsa Gómez, Matías Bagnato, Marta Canillas, Silvia Irigaray, Nora Iglesias, Isabel Yaconis y Viviam Perrone, de la Asociación Civil Madres del Dolor.
La ciudad de Frías, en la provincia de Santiago del Estero, puede considerarse el punto fundacional del movimiento de las Madres del Dolor. Allí se aplicó por primera vez el bautismo en referencia a este cosmos. Ocurrió en 1998. La denominación fue insinuada por un sacerdote, Marcelo Trejo, titular de la Secretaría Diocesana de Derechos Humanos. Mientras predicaba una homilía, se dirigió a un grupo de señoras con las siguientes palabras: “Ustedes son las madres del dolor, porque sufren por sus vástagos asesinados, como le pasó a la Virgen María”. Las damas en cuestión incorporaron el nombre, que fue registrado en su provincia, y posteriormente ganaron notoriedad en todo el país.
Escudo institucional.
Legatarias de estas, varias vecinas de la ciudad de Buenos Aires y el Conurbano inauguraron en 2004 la Asociación Civil Madres del Dolor. La entidad, inscripta en el nivel nacional, propagará la consistencia del rótulo. Entre las pioneras se cuentan: Isabel Yaconis, progenitora de Lucila, ultimada por un atacante sexual; Silvia Irigaray, ascendente de Maximiliano Tasca, muerto por el gatillo fácil policial; Viviam Perrone, mamá de Kevin Sedano, asesinado por un automovilista; Marta Canillas, progenitora de Juan Manuel, ejecutado por secuestradores extorsivos; Elsa Gómez, ascendente de Daniel Sosa, abatido por otro policía; Elvira Torres, mamá de Cristian Gómez, masacrado junto a Maximiliano; y Nora Iglesias, progenitora de Marcela, aplastada por una escultura expuesta ilegalmente. Más tarde se incorporaron Matías Bagnato, cuya familia fue víctima de un incendio provocado, y Silvia Fredes, ascendente de Martina Miranda, extinta por otro criminal al volante. Ellos son los protagonistas de esta historia.
Fuentes
El orden de la hilación invierte el de la pesquisa. El primer paso de la faena fue conocer en profundidad a las integrantes de la Asociación Civil Madres del Dolor. Ellas sugieren el postulado de que están dentro de un fenómeno sin límite de tiempo ni espacio. La perspectiva de Morandini fue extraída de la prensa (Morandini, Norma…, Clarín).
Las mismas paladinas de la ACMdD recordaron a sus predecesoras de Santiago del Estero. Luego, el autor viajó a esa provincia para conversar cara a cara con el padre Trejo y otros actores relacionados, y consultar abundante documentación.
La existencia de un movimiento de las Madres del Dolor es asimismo una corazonada de las fogoneras de la Asociación. Ellas tienen vínculo con la socióloga Marieke Denissen, pionera en usar el concepto. La indagadora holandesa elige un apelativo algo más breve, movimiento del Dolor; sin embargo, alude esencialmente a lo mismo. De los análisis de Kovadloff y Lonigro (ambos publicados en el diario La Nación), puede decirse algo similar: se refieren al objeto aunque nunca usen la frase exacta. El término movimiento social fue introducido en el siglo diecinueve por el alemán Von Stein.
La disquisición se completa con notas informativas: “Una provincia…”, Clarín (Madres del Dolor de Tucumán); “Madres del…”, Eltribuno.com.ar (las de Salta); “Las Madres…”, Viarosario.viapais.com.ar (Santa Fe); “Dos madres…”, Unoentrerios.com.ar (Entre Ríos); “Reprimieron a…”, Infobae.com (La Rioja); “Madres del…”, Elpatagónico.com (Chubut); “Local heroes…”, Birminghammail.co.uk, y “Mothers in…”, Business- live.co.uk (Reino Unido). También con internet: Madresdeldolorsl.blogspot.com.ar (San Luis) y Mothersinpain.org.uk (Reino Unido).
En el terreno sectorial autóctono han sido clave las charlas con Estela de Carlotto —Abuelas de Plaza de Mayo—, Taty Almeida —Madres de Plaza de Mayo—, Ada Rizzardo de Morales, Martha Pelloni —Infancia Robada—, Gustavo Melmann, Rosa Bru —Asociación Miguel Bru—, Eugenia Vázquez —Programa Nacional de Lucha contra la Impunidad—, Silvia González —Fundación Estrellas Amarillas—, Raquel y Jorge Witis —Comisión Memoria, Verdad y Justicia de Zona Norte—, Ema Cibotti —Activvas—, Ana y Oscar Castellucci —Asociación Civil Martín Castellucci—, Diana Cohen Agrest —Usina de Justicia—, Ana Fernández —Fundación Cintia Fernández—; Roxana Dángelo —Cafavi—; Betina Zubeldía —Madres Territoriales contra las Adicciones—; Graciela Ferreiro —Madres contra el Paco—, María Elena Leuzzi —Avivi—, Teresa Mellano —Red de Familiares de Víctimas de Tránsito—, Noemí Cardozo —Malditas Picadas—, Silvia Bignami ―Movimiento Cromañón―, Nilda Gómez ―Familias por la Vida―, Juan Carr —Red Solidaria—, Susana Kesselman —psicóloga social—, Laura di Marco —periodista—, entre tantísimos otros.
El concepto de terrorismo de Estado es esclarecido por el libro de Duhalde.
La prensa también ha sido fundamental: Rodríguez, Carlos…, Página 12, 18/5/2008 (víctimas de la droga); “Ayudan a…”, Clarín (Avivi); “Tragedia de…”, Clarín (Once); Nabot, Damián…, La Nación (Madres de La Matanza); Di Nicola, Gabriel…, La Nación (Cromañón); “La constante…”, Diario Popular (Mafavi); “AVISE, 12…”, Inforegion.com.ar; Vázquez, Walter… Infobae (mala praxis). Igualmente, internet: Madres.org (las de Plaza Mayo), Madresfundadoras.blogspot.com.ar (ídem, Línea Fundadora), Abuelas.org.ar (las de Plaza de Mayo), Cofavi.blogspot.com.ar, Activvas.org, Correpi.lahaine.org, Usinadejusticia.org.ar, Acmartincastellucci.com.ar, Ambru.org.ar (A. C. Miguel Bru), Cels.org.ar, Fundacionalameda.org, Avivi.galeon.com (Avivi), Fundacionmariadelosangeles.org, Conduciendoaconciencia.org, Madresxlavida.blogspot.com.ar (damnificados de las drogas), Facebook.com/RedDeMadres (igual iniciativa), Infanciarobada.org.ar; Facebook.com/CafaviONG, Facebook.com/PorLaVidaylaSalud (mala praxis).
La mala praxis médica provoca unas 300 muertes por hora en la humanidad («Cada minuto…», Un.org). La violencia automotor es origen de más o menos 150 («10 datos…», Who.int). La Organización Mundial de la Salud suele incluir el segundo estrago entre las diez primeras causas generales de fallecimiento. La mala praxis, ignorada en ese ranking, es calculada por Naciones Unidas.
La trata de personas (o esclavitud) ostenta números menores, pero igualmente impactantes. En la Argentina hay una denuncia cada cinco horas ―1800 por año―, según la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas y el Programa Nacional de Rescate y Acompañamiento de Víctimas Damnificadas por el Delito de Trata ―línea telefónica 145― (Ortiz, Julieta…, Todo Noticias). En el mundo habría 50 millones de damnificados, calculan la Organización Internacional del Trabajo, la Organización Internacional para las Migraciones y Walk Free, entidad civil (Toller, Verónica…, ACI Prensa).
El panorama extranjero se abrió con las noticias: Ebadi, Shirin…, Clarín (Irán); Perez, Mariana…, Página 12 (Argelia); Flores, Felix…, Lavanguardia.com (Daguestán y Colombia); “Tres mujeres…”, Lavanguardia.com (Liberia y Yemen); “Las Madres…”, Efe.com, 31/8/2015 (India); “Las Madres…”, Efe.com, 13/4/2017 (Rusia); Lobo, Ramón…, Elpais.com (Liberia); Ferrer, Isabel…, Elpais.com (Bosnia); Iriarte, Daniel…, Abc.es (Turquía); Pareja, Deicy…, Eltiempo.com (Colombia); “Madres de…”, Eluniversal.com.mx (México); “Victims of…”, Dailyherald.com (Afganistán); Akhavan, Payam…, Opendemocracy.net (Irán); y Nee, William…, Amnesty.org (China). Además, ha sido imprescindible internet: Mouvement-mondial- des-meres.org (Movimiento Mundial de Madres), Nobelprize.org (Liberia y Yemen), Madresangustiadas.com (Guatemala), Momsdemandaction.org (EEUU) y Madd.org (ídem).
La indagación derivó hacia la Antigua Grecia de la mano de Loraux (pp. 17-40) y Calero Secall (pp. 37-51). Ambas indican las coordenadas hacia los textos clásicos: Platón (libro III, 395, d-e), Arquíloco (fragmento 13, p. 47), Tucídides (libro II, 34, 4), Demóstenes (discurso 43, 62), Plutarco (Solón, 21, 5-7), Jenofonte (libro VI, 4, 16) y Tácito (VI, 10). Loraux invoca al arqueólogo polaco Franciszek Sokolowski, que reproduce en griego original la legislación de Gambrio (pp. 46-48) y Ceos (pp. 188-191), y menciona a su vez a Fellows (pp. 29-30, traducción propia), última revelación en la génesis del bosquejo.
Bibliografía
Libros
Aristófanes. Comedias. Tomo primero: Lisístrata, Los Alcarnienses, Las nubes. Prometeo, Valencia, 1933 (siglo V a. C.).
Arquíloco. Fragmentos. Textofilia, México, 2011 (siglo VII a. C.).
Demóstenes. Discursos políticos. Gredos, Madrid, 1993 (siglo IV a. C.).
Duhalde, Eduardo Luis. El Estado terrorista argentino. Colihue, Buenos Aires, 2012 (1983).
Eurípides. Tragedias. Las suplicantes. Gredos, Madrid, 1985 (siglo V a. C.).
Fellows, Charles. A journal written during an excursion in Asia Minor. John Murray, London, 1839. En Archive.org.
Jenofonte. Helénicas. Gredos, Madrid, 1994 (siglo IV a. C.).
Loreaux, Nicole. Madres en duelo. Abada, Madrid, 2004 (1990).
Platón. República. Gredos, Madrid, 1988 (siglo IV a. C.).
Plutarco. Vidas paralelas. Gredos, Madrid, 1996 (siglo I).
Sófocles. Edipo Rey, Antígona. Centro Editor de Cultura, Buenos Aires, 2003 (siglo V a. C.).
Sokolowski, Franciszek. Lois sacrees de I’Asie Mineure. Boccard, Paris, 1955. En Cefael.efa.gr.
Tácito. Anales. Gredos, Madrid, 1991 (siglo I).
Tucídides. Historia de la Guerra del Peloponeso. Gredos, Madrid, 1992 (siglo IV a. C.).
Von Stein, Lorenz. Movimientos sociales y monarquía. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1981 (1846).
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